30/11/09

La Arabización en Argelia


La arabización dede una perspectiva bereber, por el caricaturista Bougharraf

La colonización fue un desastre para el alfabetismo en Argelia. Del 10% del presupuesto dedicado a la educación, sólo el 20% de esto se gastaba en la educación de los musulmanes y se promulgó una ley declarando el árabe una lengua extranjera. A pesar de escasos y tímidos esfuerzos de gobiernos de izquierdas en la metrópoli, en 1954 – tras 100 años de la “misión civilizadora” de Francia – el 86% de los hombres y el 95% de las mujeres no sabían leer ni escribir.


Desde el famoso lema nacionalista ideada por Tawfiq al-Madani en 1932, “el islam es nuestra religión, Argelia nuestra patria y el árabe nuestro idioma”, la afirmación de la identidad argelina estaba íntimamente vinculada al árabe. Tras la independencia, se hablaba de la necesidad de recobrar la auténtica identidad arabo-musulmana de Argelia a través del rechazo del francés. Esto se concretó en la constitución de 1963 y la arabización, una campaña de larga duración que quiso hacer la lingua franca del Machreq el idioma nacional de Argelia, implementado entre otros por el Ministro de Educación, Ahmed Taleb Ibrahimi. Alinearse con la arabización implicó identificarse con la ortodoxia revolucionaria, la autenticidad cultural y significó meterse con la clase media afrancesada, los burócratas y los cabileños.


La política se topó con serios problemas. La dificultad de encontrar profesores capaces de enseñar en árabe estándar hizo necesario la importación de maestros del Machreq. El desfase entre la progresiva arabización de la educación y la mucho más trabajosa arabización de la administración. Este último factor fue determinante en la creación de la división entre arabisants y françisants (personas educadas en árabe y francés respectivamente) y la enorme frustración de los primeros debido a la absoluta falta de salidas en el mercado laboral. Otro obstáculo fue la oposición de los cabileños – quienes vieron en la arabización la imposición de una identidad nacional arabo-musulmana uniforme en la que no estaban representados y quienes, desproporcionadamente representados en la administración, también temían por sus puestos de trabajo.



Una anécdota que resume bien el dilema argelino es el del primer presidente de Argelia, Ahmed Ben Bella, que pronunció un discurso en el aeropuerto de Túnez, antes de su triunfal vuelta a Argelia tras la independencia que terminó con un enérgico, “Nous sommes des arabes, nous sommes des arabes!”. No sólo es llamativo que lo dijera en francés, sino que entre las figuras que le acompañaban, se oyó un cabileño murmurar a otro compañero, “Ça va finir par être vrai…”.


La verdad es que el árabe estándar era totalmente incomprensible para la aplastante mayoría de los argelinos en los años 1960 y 1970; existen sectores que lo ve como una imposición ajena a la experiencia de los argelinos y reivindican el uso del dialecto, a diferencia de los que apoyan la extensión del árabe estándar como elemento culto unificador. Otros reivindican el uso el idioma del antiguo colonizador, que un escritor describió como su “botín de guerra”, mientras que algunos bereberes rechazan el árabe de lleno, viéndolo como una imposición que forma parte de una dominación cultural que habría existido desde las invasiones árabes. El debate lingüístico en Argelia refleja las fisuras y controversias que existen en torno a la identidad nacional y los interrogantes que plantean. Las preguntas arrojadas por la arabización se resumen ampliamente en las palabras de Kateb Yacine: “Si nous ne sommes pas des arabes, alors pourquoi nous arabiser? Alors si nous le sommes, inutile de nous arabiser.”


La verdadera árabe de Argelia, la que se habla en el mercado y en las cafeterías, es un crisol que mezcla sin ningún complejo árabe, turco, tamazight y español. Quizá la imposición del árabe estándar sea un proyecto voluntarista, a semejanza de la afirmación de Ben Bella en el aeropuerto de Túnez.


Véase Benrabah, Mohamed (1999) : Langue et pouvoir en Algérie. Histoire d’une traumatisme linguistique. París, Séguier.

2 comentarios:

  1. De todas maneras, en un país con tasas de analfabetismo cercanas al 80% en la época colonial, parece lógico que una vez recuperado el país, la nueva jefatura del estado pretenda potenciar el uso del árabe en la educación. Claro está que hasta ese momento el mundo de la cultura tal y como lo entendemos en occidente, periódicos, publicaciones, teatro, estaba muy realcionado con la lengua francesa pero al mismo tiempo estaba limitado a las clases altas argelinas. También suele ocurrir que siempre que una lengua se intenta proteger, aunque sea porque es la que se usa la mayoría de los argelinos, los detractores del régimen en cuestión aprovechen para deslegitimizar el proceso para desgastar a los que están en el poder. Y para implementar un proceso de normalización lingüistica es imprescindible escoger un árabe-tipo o unificado, que con tanta escasez de docentes nacionales, parece también lógico apostar por el árabe clásico. Con todo, muy interesante la entrada de la arabización.

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  2. Totalmente de acuerdo con que la única forma de árabe que era posible imponer a efectos prácticos fue el árabe estándar.

    Pero todo el debate sobre el idioma va más lejos y toca a la identidad arabomusulmana planteada para el nuevo estado tras la independencia.

    La identidad arabomusulmana planteada para Argelia ignora los elementos romanas, judías y francesas de la historia sociocultural del país, ninguno de los cuales encajan con el compnente islamico. También hace caso omiso de los elementos turcos, y sobre todo bereberes: éstos no tienen encaje con la definición árabe de la identidad.

    También ignora cualquier otro elemento cultural. La identidad araboislámico podría ser tunecino u omaní – no hay en ella nada específicamente argelino. Esta insistencia en una identidad abstracta se explica por el hecho que los aspectos específicos de la cultura argelina (cocina, arquitectura, vestimenta) son regionales, y por lo tanto se identifican con una región en concreto (Constantinois, Algérois, Cabilia, Oranie, el Sur, el Aurès, etc.) y no pueden figurar en la definición identitaria de la nación por ser percibidos como causantes de divisiones.

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