Roza la ficción, porque hablamos de uno de los países más conservadores del mundo árabe, en el que la segregación de sexos llega hasta el punto de que se prohíbe que las mujeres conduzcan. Pero ese nido de contradicciones que es Arabia Saudí cuenta desde septiembre de este año con una universidad mixta, en la que hombres y mujeres tienen la posibilidad de estudiar juntos y, además, en un centro dedicado a disciplinas científicas y tecnológicas. En el campus de la King Abdullah University for Science and Technology (KAUST) las mujeres no están obligadas a usar abaya, comparten clases y cafeterías con sus compañeros y pueden conducir. Un oasis de (a)normalidad en un país donde sus derechos son muy limitados.
Inaugurado a orillas del mar Rojo por el rey Abdalá, el monarca apuntó en su discurso de inauguración un hecho importante para efectuar un primer acercamiento a los porqués de impulsar un centro tan aparentemente contrario a los principios del estado saudí: “Sin duda, los centros científicos abiertos a todo el mundo constituyen la primera línea de defensa contra los extremistas”, señaló. Y es que parece que tras el 11-S y los atentados que sacudieron al país dos años después, las autoridades hubieron de replantearse las posibles consecuencias de la estricta interpretación del Islam imperante en su territorio.
La KAUST, y este es otro punto significativo del proyecto, queda fuera del control del Ministerio de Educación. Y en un país donde el crudo es un elemento económico de primer orden, Abdalá encargó su concepción y puesta en marcha a la compañía nacional del petróleo. Quizás ha sido este factor el que ha determinado otra gran diferencia sustancial del centro respecto al resto de las universidades saudíes: los alumnos no tienen que cursar asignaturas religiosas sin relación alguna con sus especialidades, sino únicamente aquellas vinculadas con los estudios que están realizando.
Pese a toda esta aparente modernidad educativa, conviene tener en cuenta ciertos elementos que moderan y contextualizan el aparente radicalismo de esta propuesta educativa: de momento, sólo el 15% de los 800 alumnos matriculados son saudíes. Se desconoce cuántas de ellos son mujeres. Y es que aunque las saudíes constituyen hoy el 57% de los licenciados universitarios, las pertenecientes a familias más liberales estudian fuera, y las más conservadores, cabe suponer que difícilmente se interesarán por un centro mixto.
Queda, por tanto, ver qué acogida va a darle la KAUST la sociedad saudí, para ver si se trata de una iniciativa que abre el camino a otras o se queda simplemente en una anécdota.
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