La tradición oral es un vehículo de transmisión de la cultura y de las tradiciones heredadas de los antepasados, traspasándose de padres a hijos, de generación en generación, evitando la pérdida de esta riqueza sobre la que subyace la memoria colectiva de una comunidad.
Un ejemplo de esta tradición serían los cuentos, como el narrado a continuación:
CUENTO MARROQUÍ: "BEN SAID Y EL MOCHUELO"
“Ben Said, el zapatero, era un musulmán devoto y practicante. Un día, antes del atardecer, entró en la mezquita con intención de orar, como era su costumbre. Después de hacer sus abluciones se sentó sobre sus talones. Se preparaba a invocar a Allah, cuando vio a una lechuza que estaba parada sobre el muro y parecía ignorar al gentío. Ben Said la miró un largo rato despertándole curiosidad. Al día siguiente, a la misma hora, regresó a la mezquita, y el mochuelo estaba allí, parada sobre el muro. El tercer día la vio todavía en el mismo lugar: no se había movido. Cada tarde Ben Said encontraba al mochuelo inmóvil, en el mismo sitio. Decidió acercarse y se dio cuenta que el mochuelo era ciego, se dio cuenta entonces, porque la pobre bestia no abandonaba aquel lugar. -¡Es ciego! - se dijo Ben Zaid- ¿Pero cómo encontrará su alimento? Entonces llegó un halcón y con las alas desplegadas abrigó al mochuelo, llevaba en el pico una pequeña serpiente, se puso a desgarrar la carne y le daba al pobre mochuelo. Al ver aquella escena Ben Said empezó a pensar y razonar y se dijo “No hay fuerza ni poder que no emane de Dios", "el halcón con su ayuda le impide de perecer miserablemente. Y decir que yo, pobre Ben Said, tengo que esforzarme para vivir y tengo que trabajar para juntar unas pocas monedas", ¿cuantos zapatos y más zapatos debo remendar todos los días? ¿Está mal levantarse tan temprano y trabajar con afán todo el día?, Más no vale la pena vivir con ansiedad permanentemente cuando sería suficiente tener confianza en la bondad de Dios que mantiene a este mochuelo Tal vez yo, Ben Said... ¿no tengo el mismo valor que un mochuelo a los ojos de Dios? En fin, Ben Said decidió abandonar su oficio. Desde aquel cerró su tienda y se fue a sentar delante del portal de la mezquita. Estaba contento y orgulloso de sí mismo: “Ahora sí que me asemejo al viejo mochuelo”. Y esperaba a que los que pasaran dejaran alguna limosna. Un día pasó un amigo y lo miró y al reconocerlo le preguntó: ¿Ben Said, qué haces aquí? El zapatero contó toda la historia del viejo mochuelo y del halcón. ¿No había sido acaso aquello una enseñanza? ¿Un signo de la voluntad de Dios? Sin embargo el amigo dijo: - Querido Ben Said me parece que tú no has entendido nada de lo que Dios te ha mostrado. No lo hizo para que tú corrieses a comportarte como el mochuelo, sino para que tu imitases al halcón que ayudó a un infortunado y más necesitado que él. Esto solamente te quería enseñar Dios: tú debes ser un amigo caritativo, bondadoso para los hermanos indigentes y debes ser para ellos un socorredor lleno de cariño. Ben Said comprendió la enseñanza y regresó al trabajo con empeño para ganar más dinero y tratar de ayudar a los más pobres que él.”
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