Todo pueblo tiene sus leyendas y sus mitos. Encuentro especialmente bella esta que narra el origen del pueblo turco a partir de un encuentro entre vecinos:
Esta anécdota fue relatada por un uzbeko residente en Kirguizistán a finales de los años noventa del siglo pasado. Un vecino le preguntó por su nacionalidad, cuando él le dijo que era uzbeko el vecino le contestó: “ya imaginaba que usted tendría sangre turca, porque tiene hombros de lobo”. Asombrado, el uzbeko le preguntó: “¿Acaso los turcos tienen hombros de lobo?”. Como toda respuesta, el anciano vecino hizo salir a su nieto y le respondió: “Mírelo con atención, no me diga que los hombros de este crío no se parecen a los de un lobo”. Contemplándolo, el uzbeko empezó a entender un poco lo que el vecino kirguizo le comentaba, pero sobretodo se fijó en la mirada del niño, tan parecida a la del abuelo. Dibujó en su mente las formas de un lobo y entendió lo que el anciano quería decirle. Éste le contó la historia de la madre loba. Muchos turcos creen que ese animal les salvó de la extinción y que queda algo de sus formas y su carácter en sus hombros y en la mirada penetrante.
Y aquí el mito de la madre loba (un poco largo pero creo que merece la pena leerlo):
“Érase que se era una vez, en los albores de los tiempos, una loba que vivía solitaria en los bosques de Siberia. Aunque de vez en cuando descendía al valle y asustaba a alguna lechera o algún rebaño que regresaba tarde a la aldea, la loba y los turcos que vivían allí abajo no mantenían malas relaciones. Desde lo alto de su peña, el animal veía a los aldeanos, que cada noche cantaban en torno a la fogata, y añadía su aullido y su perfil contra la luna. Entonces, los turcos sabían que la loba solitaria estaba con ellos y los protegía.
Pero un atardecer, mientras caía la noche y los rebaños regresaban a los cobertizos, la aldea fue asaltada por sorpresa. Los hombres no pudieron tomar sus armas para defenderse y los soldados atacantes terminaron con todo: ancianos, jóvenes, (…) Incluso cazaron a los niños que trataron de correr hacia el bosque con sus cortas piernas. Sólo tres críos lo consiguieron, los mayores y más ágiles. El más pequeño, de apenas cinco años, se escondió tras un barril. Mientras tanto, la loba intentó defender a sus amigos, (…) se enfrentó a los atacantes de una punta a otra de la aldea. Empeño vano. Hacia la media noche, los últimos soldados abandonaron los restos humeantes de la masacre y lo que había sido una alegre aldea era ya tan sólo un agujero de silencio tan frío como la luna que iluminaba la escena.
Sólo quedaba un superviviente: el niño escondido tras el barril, muerto de miedo. La loba, que oyó sus ahogados sollozos, se tendió a su lado y allí pasaron ambos la noche. Al amanecer, el animal tiró del niño con sus dientes, suavemente. Había que irse de allí porque los soldados volverían en busca de grano y provisiones que no habían recogido la noche anterior. Y así fue como la loba cuidó del niño, lo alimentó y protegió como si hubiera sido uno más de su camada.
Pasaron siete años. El niño creció fuerte y ágil, aprendiendo las enseñanzas de la loba: cómo cazar, saborear el aroma de la carne cruda y fresca, encontrar el camino entre la nieve y el hielo de Siberia. (…)
Cierta noche, la madre loba y su cría humana contemplaban desde lo alto de la roca los viejos restos de la aldea devastada. Por entre las ruinas vagaban dos figuras humanas. Asustada, la madre loba rompió el silencio nocturno con un aullido. Pero los dos hombres respondieron con una sonrisa y llamaron al animal. “¿Te acuerdas de nosotros?”, le gritaron. La loba descendió hacia ellos, seguida por su niño lobo. Cuando llegó a su altura, el animal mordisqueó afectuosamente las piernas de los dos jóvenes. Pero éstos pronto fijaron su atención en la menuda figura que acompañaba a la loba. Forzaron la vista para distinguir el rostro de aquel ser extraño cubierto con una sucia piel de ciervo y reconocieron a su hermano, el niño que se había salvado con ellos de la mascare. (…)
El crío estaba receloso, pero la loba lo empujó hacia los otros y, tiernamente, se abrazaron llorando. Los chicos le urgieron a que los acompañara a la nueva tierra donde se habían instalado, pero el hermano pequeño no quería dejar a su madre loba de adopción. “Pero tú puedes ayudarnos –le explicó el mayor- . Tienes el instinto de un lobo. Ven con nosotros y ayúdanos contra los que destruyeron a nuestro clan”. El niño lobo miró hacia el animal, al que no quería abandonar; pero supo que no tenía opción. Ahora poseía la fuerza, la astucia y el atrevimiento que podrían llevar a los turcos a la victoria.
Cuando el crío tomó la decisión, la madre loba desapareció en dirección a las montañas. Si silueta se recortó una vez más contra la luna, sobre la roca, y se despidió con el aullido tierno y esperanzado de mil amaneceres.
Con esa voz vibrando en sus venas, el chico siguió a sus hermanos hacia el bosque, determinado a salvar a su gente de la extinción.”
Sobra decir que -como buen cuento de tradición oral- se pueden encontrar mil versiones sobre la misma historia. La anécdota y la versión del mito que os he reproducido parcialmente los he extraído del libro: El Turco del profesor Francisco Veiga. (Ed. Debate 2006).
*Aclaración: se entiende por pueblos turcos a uzbekos, kirguizos, azerbayanos y turcos de Anatolia.
Los "Lobos Grises" es una organización paramilitar de extrema derecha vinculada al Partido del Movimiento Nacionalista Turco, y cuya denominación proviene de la leyenda de la mujer-loba.
ResponderEliminarHasta el golpe militar de 1980, los Lobos Grises habían asesinado a casi 5000 intelectuales, sindicalitas y políticos de izquierdas, sembrando el miedo en la sociedad.De ideología fascitsa, su lista negra está encabezada por las minorías étnicas y religiosas de Turquía, destacando el odio hacias las comunidades kurdas y armenias.
Por lo que he podido leer por internet, creo que fueron justamente los Lobos Grises los que impidieron en 2004 la proyección en Turquía de la película “Ararat”, de la que previamente has hecho tu misma referencia en el post de cine de Fatih AkIn. Muy interesante...
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