Se supone que el grafiti es el arte más “underground”, el que inmortaliza en las paredes de los pueblos y ciudades las quejas y el trabajo del mundo más alternativo. Aparentemente, Turquía no es la excepción. Pero….incluso ahí "se cuela" la cara de Mustafa Kemal Atatürk, el padre de la república turca.
¿Y yo me pregunto, hasta que punto un personaje político puede ser fabricado y potenciado por las mismas autoridades? ¿Carisma....y algo más?
Respecto a la pregunta que plantea Olga al final de su post, desde mi punto de vista, cada vez las campañas de imagen influyen más en la política. La imagen gana a la oratoria y hasta consigue velarla, haciendo que muchos electores no tomen decisiones en base al conocimiento del programa de un partido, sino en función del mayor atractivo que les transmite cada candidato. Las elecciones de Estados Unidos son un ejemplo claro de este hecho, hasta el punto de que en ocasiones parece dirimirse en ellas más un debate con tintes de "culto a la personalidad" que las verdaderas cuestiones vitales para un Estado. ¿Gana la democracia con este tipo de actuaciones? Yo creo que no. Es más, considero que en ocasiones no vence ni el que presenta mejores propuestas ni siquiera el más carismático, sino el que mejor sabe venderse. La cuestión se agrava en los casos en los que, como en muchos países arabo-islámicos, no existe una tradición democrática fuerte ni medios libres que muestren y alimenten la opinión pública. En estos casos, el populismo y la "creación" de líderes desde los estratos más poderosos de la sociedad dificultan el desarrollo de una democracia sana y verdaderamente representativa.
ResponderEliminarHola Carmen!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tu comentario pero,¿no crees que al mismo tiempo, estos líderes carismáticos/fabricados de los países arabo-islámicos también ayudan a lograr cosas que por la vía democrática no se lograrían o tardarían mucho más en hacerse? Por ejemplo, estoy pensando en las reformas de Atatürk. ¿Crees que el cambio cultural en Turquía se podría haber realizado si no hubiera habido este líder (fabricado o no) al frente de ellas? ¿O que la reforma sanitaria de Estados Unidos se hubiera logrado sin Obama? Creo que, como tu bien dices, este tipo de líderes fabricados son muy peligrosos pero al mismo tiempo también muy valiosos porque se les da (o toman) unas licencias que a veces benefician el país y que, por vía “ordinaria”, tardarían mucho más en lograrse. El problema es que, como siempre, la línea entre lo democrático y lo no democrático es muy fina. Me viene a la cabeza (y salvando las distancias, claro) Hugo Chávez. ¿Qué pensáis los demás?
Olga, desde mi punto de vista, el hecho de que estos líderes puedan arrogarse unos poderes que quizás conduzcan a trasparar la línea entre democracia y no-democracia es para mí mucho más perjudicial que cualquier tipo de beneficio o avance que pueda derivarse de su acción de gobierno. En todo caso, veo una diferencia sustancial entre los ejemplos que planteas de Obama, presidente de un país con una larga tradición democrática, en el que los mecanismos de control de posibles intentos de autocracia o acumulación excesiva del poder son numerosos, y los países arabo-islámicos o el mismo caso de Venezuela, en el que la "creación" de líderes desde ciertos estratos de la sociedad, en un sistema en el que, como he apuntado, no existe en muchos casos una opinión pública formada ni unos medios de comunicación libres, con frecuencia termina en acumulaciones de poder excesivas que en nada benefician al juego democrático. El ejemplo que mencionas de Chávez es palmario.
ResponderEliminarSí,evidentemente los contextos sociales-políticos distan mucho de ser parecidos entre los tres ejemplos que he puesto (quizás no sean los mejores, tienes razón)...pero yo me refería -sobretodo- al personaje, el líder, en cuestión. Claro que no sé puede comparar a ningún líder sin ponerlo en su determinado contexto(ejem, ya no vamos a hablar de Gadafi, por ejemplo). Pero, ¿no crees que las dos cosas no tienen porqué ser, necesariamente, contradictorias?
ResponderEliminarEn mi opinión el tema de la imagen que plantea Carmen, se sitúa dentro del marketing político, un mal necesario tal vez para quienes se insertan en el mundo electoral, pero ¿se puede estar sin él? Me gustaría saber si se puede concebir una campaña política sin manejo de la imagen o sin marketing…lo veo difícil. Además, siempre tiendo a asociar una imagen al discurso, no creo que los ciudadanos seamos tan tontos como para dejarnos velar los ojos sólo por una imagen y no por el discurso, las propuestas y el programa de gobierno del candidato. Estoy hablando de ciudadanos de países democráticos. De hecho, este marketing se intensifica en democracia y allí está el rol de la educación cívica, que permita cierto grado de conciencia política en las mentes y decisiones del pueblo. Considero sí, que se ha abusado de este ‘marketeo’ de la imagen a nivel de medios de comunicación, pero el pueblo tampoco se lo cree de buenas a primeras. Finalmente las elecciones las gana el pueblo cuando ellos han escogido libremente, con una base educativa, democrática y con toda la información posible a su disposición.
ResponderEliminarEn países con escasa o ínfima tradición democrática, existe bastante ‘lavado de cerebro’, sobre lo que es el bien común. No quisiera incluir el ejemplo de Venezuela con Hugo Chávez porque no quiero cometer sesgo y es de otra región, pero considero que en los países del mundo arabo-islámico debiera -más que ganar la democracia- ganar la libertad y los derechos del ser humano para democratizar la sociedad primero, en una dinámica que vaya desde adentro hacia afuera, puesto que los valores democráticos y sus fundamentos deben arraigarse también en la formación y en la familia, desde los primeros momentos de nuestras sociabilización con los demás y con el mundo. De este modo, ni ‘lavados de cerebro’ ni marketing político podrían idiotizar al ciudadano a creerse el cuento de ‘Robin Hood’ tan rápidamente, ¿por qué? Porque los ciudadanos también exigen y hay que tomar conciencia de ello.
Finalmente, me gustaría saber ¿cuál es la línea entre lo democrático y lo no- democrático? con una definición, podría referirme a ello más tarde.
Yo creo que el uso de la imagen de los líderes no es un hecho aíslado en las sociedades arabo-islámicas, y en la actualidad, dadas las circunstancias de marketing político, es imprescindible, independientemente del grado de democratización de la nación.
ResponderEliminarPOr ejemplo, y barriendo para casa, el éxito de Adolfo Suarez en las primeras elecciones democráticas en España (1977), no es resultado exclusivamente de su carisma político, su imagen fue un factor decisivo. Tras la ranciedad del régimen se presenta un hombre joven y atractivo ( lo que según dicen algunos historiadores le valió el voto femenino), que habla a las cámaras de televisión frente a frente y representa unos válores que rompen con el pasado pero de un modo progresivo, en definitiva conecta con la gente. No hay que olvidar que era un personaje secundario, forjado entre el Rey Juan Carlos y su équipo, y que gracias a esa "creación" en España pudimos alcanzar la democracia.
Y no olvidemos que todos los políticos actuales tienen estilistas que moldean su imagen pública para hacerlos más "amables" a los votantes y ciudadanos.
En cuánto a la frontera entre lo democrático y lo no-democrático, todo depende del ángulo que se mire y el fin que se persiga.
El márketing del aspecto físico no es el único componente de la imagen de los políticos. Quizá es algo que ha ganado más peso a partir de los años 1980, pero considero que antes la actitud era lo más importante que la presentación física.
ResponderEliminarPara vincular esto con los países araboislámicos y con mi país, Argelia, puedo citar el ejemplo del presidente Houari Boumedienne (1965-1978). A pesar gobernar el país por decreto con su círculo de aliados políticos hasta los últimos años de su presidencia, evitó totalmente el culto a la personalidad y a la apariencia física. Su enorme popularidad vino de su actitud - de su رجلة (reyla - en este sentido una especie de dignidad masculina, fortaleza). Esta imagen se nutrió del posicionamiento de Argelia bajo su mandato como líder del tercer mundo, un país seguro de sus convicciones que no dudó en romper sus relaciones diplomáticas con EEUU por su apoyo a Israel, nacionalizar los hidrocarburos y reivindicar un sistema económico internacional más justo.